Con el Dr. J empezó todo

Julius Erving cambió el concepto de las superestrellas y del juego elevándolo a otro nivel.

Natxo Andreu | 27 Oct 2012 | 10:09
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Los fans de los Sixers siempre lo tendrán en el recuerdo
Los fans de los Sixers siempre lo tendrán en el recuerdo

Quiero aprovechar que la temporada de la NBA empieza en unos días para sacar a relucir a una figura que para mi es fundamental en el despegue definitivo de la liga. Si bien Magic Johnson y Larry Bird dieron, con su rivalidad, el impulso definitivo en los años 80, quien rompió moldes estéticos, quien puso los mimbres para el nuevo star system, quien maravilló con su juego, quien lo empezó todo fue Julius Erving, el mítico Dr. J.

Sí, es cierto, estrellas siempre hubo en la liga. Desde Bob Cousy o Don Nelson pasando por Bill Rusell, Wilt Chamberlain, Elgin Baylor o el mismísimo Jerry West. Pero en los años 70, la mejor competición de baloncesto del mundo está a punto de morir. Le surgen competidoras como la ABA, los problemas raciales, agigantados con el final de los 60 salen a la luz y muchos jugadores son acusados en medio de escándalos de drogas. A todo esto se une la retirada casi de golpe de la gran mayoría de las figuras de la NBA.

Pero, más aún que los escándalos, la NBA padeció el duro zarpazo de la ABA. Una competición que supo entender el espectáculo, que atrajo a nuevas ciudades con hambre de baloncesto e introdujo nuevas reglas para hacer este deporte tan trepidante como lo conocemos hoy en día. El hombre negro entraba de lleno en el espectáculo. Esta nueva competición precisaba jugadores más atléticos para sus exhibiciones de mates, jugadas veloces, los chuleos con el balón tan típicos de los playground.

Entre esa estética hippie y de show apareció el protagonista de esta historia, Julius Erving. Un alero de dos metros de altura, sin contar su tupe, que venía de promediar unos números fuera de lo común en la Universidad de Massachussets, 26 ppp y 20 rpp. Algo difícil de imaginar para un alero de la época. Un jugador completo que,sin embargo, pasó desapercibido para la NBA. Así, con la ABA funcionando desde hacía cuatro años, este espigado y descarado muchacho llevaría sus 21 años hacia los Squires de Virginia, franquicia modesta de la liga, con problemas económicos, pero en donde lograría labrarse un nombre. Sus medias en la liga se aproximaban a las de su etapa universitaria, pero no explotó como una figura estelar hasta su marcha a los Nets de Nueva York.

En la franquicia neoyorkina conseguiría ganar dos títulos de la ABA, tres MVP’s y sería otras tres veces máximo anotador. Sus cualidades eran las adecuadas para este juego. Convertía lo imposible en real, sabía generarse sus propios tiros y sólo un centímetro era suficiente para que pudiera emprender la carrera hacia el aro y hundir la pelota hasta lo más profundo del parquet. Un dunker de primer nivel, que puso broche dorado a esta loca competición, la ABA ganando el primer y único concurso de mates con un salto desde la línea del tiro libre. No sólo fue un brinco descomunal. El dr. J se sostuvo en el aire y alcanzó una postura totalmente estética sólo igualada años después por su discípulo más aventajado, Michael Jordan. Tampoco hay que olvidar a Brent Barry, quien con este mate también consiguió la victoria décadas después.

Tras ese concurso, la ABA, con multitud de problemas económicos, se desmorona y varios equipos, entre ellos los Nets de Julius Erving son absorbidos por la NBA. Sin embargo, el Dr. J no operará en el equipo que le brindó sus primeros éxitos como profesional. Temas complican su renovación con los Nets y los Philadelphia 76ers están listos para contratar a la nueva joya de la liga.

Estaba a punto de empezar la carrera de Bird y Magic, pero la superestrella era Julius Erving. Desde el año 1976 hasta 1982 lideró todas las estadísticas de su equipo, llegó hasta la final de la NBA en tres ocasiones perdiéndola el primer año contra los Portland Trail Blazers, quienes levantaron un 2-0 en contra y en 1980 contra los Lakers de Magic Johnson, en una gloriosa serie en la que el rookie angelino jugó de pívot y anotó 40 puntos.

Sin embargo el doctor encontró la receta en 1983. Con la colaboración de Moses Malone, fichado para poder ayudar a la franquicia a recuperar el campeonato. La pareja consiguió el anillo con un record inaudito hasta entonces, 12-1. Los 76ers de Julius Erving y Moses Malone lo conseguían. Sería la última vez que la franquicia ganara un título de la NBA.

Pero volviendo a la persona de Julius Irving durante su etapa en la NBA se transformó en un jugador más maduro. A su contundencia a la hora de atacar el aro se añadía toda una serie de movimientos elegantes, acompasados, como si su cuerpo se moviera al ritmo de la música para convertir el arte en canastas y victorias para su equipo. Mates sí, evidentemente, pero tambien tiro exterior en parado, en carrera, en suspensión de 4, 5, 6, 7, 8 metros, lo que precisara su equipo, transformándose en el jugador total, respetado por sus rivales y venerado por su grada.

De su sello personal, los mates, nos quedan dos jugadas. Es inevitable hablar de ellas cuando nos referimos al Doctor.

The Baseline Move. Una jugada durante las finales de 1980. El Dr J, en lugar de atacar la canasta de cara lo hizo desde la linea de fondo del lado derecho del campo y con el brazo totalmente extendido, frente a un muchacho llamado Kareem Abdul-Jabbar. Erving realizó un giro de 180 grados escondiendo el balón tras el tablero y a aro pasado dejó la canasta ante un boquiabierto Magic Johnson quien años después afirmaría:

“Ahí acababa de llegar yo, intentando ganar mi primer anillo, cuando de repente nos dejó con la boca abierta. ¿Realmente hizo ese movimiento? ¿Qué se supone que deberíamos de hacer, sacar de fondo o darle de nuevo el balón para que lo repitiera? Es la mejor jugada que he visto en una cancha.”


Rock The Cradle. Un ejemplo de plasticidad y de arte transformado en baloncesto. El número 6 de los Sixers, otra vez ante Los Ángeles Lakers, robaba el balón en el centro de la pista. Por la parte izquierda del ataque de los de Philadelphia imaginaba la penetración a canasta. Sólo cuando estaba lo suficientemente cerca empezó la carrera. Movimiento de piernas gráciles y acompasados con un gesto técnico que escondía el balón entre su mano y el antebrazo. La furia de su entrada contrastaba con la elegancia de sus pasos hacía el aro que acababa lamentándose tras el hachazo que hundía la pelota en él. Una jugada de ensueño.

Así el 11 veces All-Star de la NBA, siempre estuvo en el partido de las estrellas, dos veces MVP y, posiblemente uno de los jugadores más respetados de la historia de la competición, llegaba a su fecha límite, el 3 de mayo de 1987. En Milwaukee contra los Bucks protagonizó su último espectáculo. No pudo lograr la victoria, pero se marchó con un triple a 50 segundos del final. Entonces, fue sustituido y la grada entera se levantó a ovacionar al juador que lo hizo posible, quien lo empezó todo, quien abrió el camino.

Se podrían escribir cientos de anécdotas y miles de líneas para contar lo importante que fue el Doctor J para el mundo del baloncesto. Pero me quedo las tres siguientes. La primera es un ejemplo de lo maravilloso que es el deporte. En 1984, en el ocaso de su carrera, los Sixers tenían apalabrado su traspaso a los Clippers. Esta información llegó a la prensa y de la prensa a los aficionados. Pues bien, la masa enfurecida empezó a llamar a la sede de los Philadelphia 76ers amenazando con retirar sus abonos si traspasaban al legendario jugador. Los directivos no pudieron hacer otra cosa más que obedecer y quedarse con el Doctor quien, tras ese gesto no pudo más que devolver el cariño quedándose en su casa.

La segunda, el único momento en el que Julius Erving repartió algo más que amor. En este caso varios mandobles en la cara de Larry Bird. Tras una dura defensa sobre el jugador de los Celtics, éste se revolvió y con el impulso fue al suelo. Con el rubio de Indiana en el parquet y el Dr. J huyendo de la escena del crimen empezó una pelea entre jugadores de los Sixers y de los Celtics. Pelea que acabó con Julius dando más de una caricia. Aún así, el rubio jugador no recuerda a Julius con odio, sino que reconoce que si su rivalidad con Magic fue importante, también significó un duro rival en el Este el bueno del Doctor.

La tercera es sobre su sobrenombre, el Doctor J. Durante su época en el high school Erving conoció a un jugador al que le apodaba ‘El profesor’ por el respeto que le tenía. De ese mote, años más tarde ese mismo jugador empezó a llamarle ‘El Doctor’ por la manera en la que operaba debajo de la canasta. Años más tarde, Fatty Taylor, veterano jugador de los Virginia Squires, le agregó la letra J, por su nombre y tras esto le quedo el apodo de Doctor J.

Con todo esto, Julius Erving ha significado la inspiración de toda una generación. Esa que abarca desde los años 80 hasta los 90. Esos jugadores que vibraron con su pelo a lo afro, su bigotazo, sus movimientos en la pista y su imaginación para entender este deporte.