
Lo reconozco, me he aburrido soberanamente con la selección española dirigida por Sergio Scariolo. Han sido años de títulos y decenas de victorias, pero también de bostezos y algún que otro llanto como el vivido en el pasado Mundobasket. La herencia, José Antonio Orenga, no deja de generar dudas, por su corta experiencia como primer entrenador. Conoce el grupo, pero, ¿sabrá sacarle partido sin que le ganen la tostada expertos estrategas como Boza Maljkovic, Svatislav Pesic o David Platt?
Pero primero empecemos por Sergio Scariolo. El hasta ahora seleccionador español recibió un equipo que jugaba como los ángeles al baloncesto. Era una delicia verles gozar en la pista. La mejor generación en la historia del basket español, a la que cada vez se le iban sumando mejores jugadores, venía de maravillar ante los Estados Unidos en la final olímpica brillantemente dirigidos por Aíto García Reneses. Diversión y efectividad, todo lo que se busca en un gran equipo de baloncesto.
Con los mismos mimbres Sergio Scariolo empezaba su andadura con la selección española. Lo hacía ya con un error de base, compaginando el cargo de seleccionador con el de entrenador de club. No es una norma escrita pero, además de no complacer esta situación al sindicato de entrenadores, el no estar centrado en la selección iba en perjuicio de esta. Por muy buenos que fueran los jugadores españoles y por mucho que las nuevas tecnologías puedan ayudar a realizar un seguimiento de las plantillas en cualquier lugar del mundo, esa relación con el jugador y esa labor de scouting se quedaba coja. Así se demostraban algunas incongruencias en la elección de jugadores y diversas polémicas, la más sonada con Carlos Suarez, jugador del Real Madrid, al que prometió llevar en una convocatoria, o por lo menos eso creyó entender el alero, y lanzó su raje hacía el técnico.
Hasta la llegada de Sergio Scariolo España competía en todos los partidos al máximo nivel. Poco importaba que fueran fase de grupos o fase final, que el rival fuera Grecia o Angola, siempre había algún detalle de espectáculo y las victorias eran holgadas. En el Eurobasket de 2009 asistimos al primer gran susto. España caía en el partido inaugural ante Serbia dando muestras de falta de ideas. Lo más destacado, la falta de concentración en la pista. Cuando esto sucede, los jugadores no están centrados, el principal responsable es el entrenador que no encuentra soluciones. Más aún cuando su solución son complicadas defensas en zona, que pueden tener éxito en los clubes, ya que ellos trabajan a diario, pero que en la selección raramente pueden utilizarse como algo más que un recurso puntual.
España pasó esa primera fase del Eurobasket 2009 así como la segunda, con muchas dudas. Ya que a punto se estuvo de perder ante la débil Gran Bretaña, de ese partido queda la única vez que Sergio Scariolo ha tirado mano de Victor Claver, 12 puntos en ese partido vitales que metieron a España en el choque cuando estaba moribunda. Una actuación que no se repitió.
Ahora bien, sufriendo, aburriendo y dejando cadáveres deportivos, España lograba estar en los cuartos de final, como última de su grupo, y aquí si que se mostraba fuerte mentalmente. El equipo era lo suficientemente duro y competitivo como para estar a la altura en estos momentos, pero no era necesario el calvario anterior, nos lo podíamos ahorrar. Campeones y se apagaba el incendio.
Pero lo peor es que esa iba a ser la historia de Scariolo en la selección. La habilidad de librarse de la quema. Poco importaba el mal juego, siempre aparecía el equipo o las excusas. Las excusas se pusieron en el Mundial de Basket de 2010. Aquí también se naufragó en la primera fase y luego, en cuartos y ante Serbia se volvió a caer por decisiones erróneas en las defensas tomadas desde el banquillo. El equipo aburría y decepcionaba. Toda España deseaba un nuevo enfrentamiento ante Estados Unidos tras el buen sabor de boca recogido en los Juegos Olímpicos de Pekín. El gozo en un pozo. Nos quedamos con baloncesto aburrido y decepción prematura.
El guión se repitió en el Eurobasket 2011. Sufriendo contra rivales más pequeños, sacando los partidos con marcadores bajos, sí, marcadores bajos para un equipo que tiene jugadores con muchos puntos en sus manos y capaces de jugar un baloncesto ágil y rápido, de hecho así lo hacen en invierno con sus clubes. Volvía el castigo al espectador, nuestra penitencia por tener la mejor selección en Europa, ver como nos costaba ganar ante todos.
Sólo cuando estaban muy duras España sacaba la casta. Aparecían los protagonistas. Pero eso ya lo sabíamos todos. Poco importaba quien estuviera en el banquillo para saber que Pau Gasol y Juan Carlos Navarro sacarían del apuro a la selección por talento y compromiso. Otro oro que tapaba las vergüenzas del equipo.
La última gran competición, los Juegos Olímpicos. Empieza a existir un sector que se cansa de que España no juegue bien y eso le llega a los jugadores. Ellos mismos demuestran su ansiedad cuando acaban los partidos en sus declaraciones a la prensa. Les cuesta ganar, no divierten, pero los demás somos quienes no vemos la complicación de los rivales. Dudas contra rivales más débiles y derrotas contra los más potentes en la primera fase. Hay lesiones, pero no hay soluciones desde el banquillo. Contra Francia y Rusia en cuartos y semis, otra vez marcadores bajos y sólo en la final, España saca de dentro el equipo que realmente es. Deja de ser ese equipo encorsetado, preocupado en la defensa, que olvida la originalidad… se suelta y a punto está de ganar a la potente selección de Estados Unidos. Ese ha sido el único momento de diversión en la era de Scariolo. Demasiado poco para este período Olimpico en el que el italiano ha dirigido los designios de la selección.
Además de la falta de concentración, el empecinamiento en la defensa en zona como sistema ha condenado a España. La ha hecho predecible para sus rivales y le ha complicado la existencia a los jugadores españoles, acostumbrados a jugar a otro ritmo cuando están juntos.
Por otro lado el caso del alero. Sergio Scariolo no ha sabido gestionar la bicefália en la posición de Juan Carlos Navarro y Rudy Fernández. Su solución, tan ilógica estratégicamente como salomónica. Siempre ha optado por jugar con ambos en pista. Un error para el equipo. Todos sus rivales tenían a jugadores mucho más potentes físicamente que Rudy, que le impedían que el mallorquín pudiera defenderlos con eficacia. Siempre hemos jugado sin un alero claro, ni Mumbrú, ni Claver ni San Emeterio han sido titulares claros en la selección, dejando huérfana una posición tan importante.
Tampoco Sergio Scariolo ha sabido aprovechar el hecho de contar con la mejor pareja de pívots de Europa. Los hermanos Gasol rara vez han jugado juntos de inicio. Uno era el sustituto del otro, sin aprovechar el potencial ambos juntos en la pista. Una nueva carencia que no hemos podido subsanar.
Luego, siempre le quedarán las polémicas en las listas, como la ya mencionada de Carlos Suarez o la inclusión de Víctor Claver como pívot en lugar de exterior y su ostracismo en el banquillo. Son demasiados debes en la cuenta de un seleccionador que ha conseguido tres podios con dos campeonatos europeos y un subcampeonato olímpico. Una época de aburrimiento y títulos.
¿Qué podemos esperar ahora con Juan Antonio Orenga? Para mi es toda una incógnita. No dudo de la capacidad de uno de los jugadores españoles que más veces han vestido la camiseta de la selección (128 ocasiones) y que ha estado tantos años en la federación, analizando a rivales y trabajando con los jóvenes. Sin embargo, su única experiencia como entrenador de nivel en el Estudiantes deja bastantes dudas. Cesado nada más empezar el año con los colegiales y con pocas opciones para saber que podemos esperar de él.
Espero que dentro de su madurez profesional, demuestre que sabe plantear bien los partidos, analiza al rival a la perfección y, una cosa importante cuando hablamos de la FEB, tiene la confianza de José Luis Saez. Tiempo para trabajar tiene y mucho, se puede centrar sólo en la selección absoluta, cuenta con la tranquilidad de tener a los mejores jugadores de Europa que le van a dar resultados sí o sí, ahora debe de cumplir con la máxima que viene como adjetivo calificativo en este deporte, debe de dar espectáculo, sino los que hemos disfrutado de estos jugadores en anteriores etapas seguiremos viviendo esta dulce condena. En sus manos está el relevo generacional, una labor muy dura.