
Los cambios en la segunda fase de la Euroliga de baloncesto han incrementado el número de partidos que disputan los equipos participantes en dicha competición provocando que aquellos que alcanzan las últimas fases ronden los 80 encuentros por temporada. Ante tal cantidad de partidos, muchas de las escuadras con mayores aspiraciones parecen estar formando plantillas con más de 12 jugadores tal y como se hace en la NBA donde lo habitual son 15. Sin embargo la competición en Europa es muy diferente de la estadounidense y disponer de plantillas tan largas también puede tener sus inconvenientes.
En España tenemos al F.C. Barcelona, en Rusia encontramos al CSKA, en Grecia, y a pesar de la crisis, tanto Olympiacos como Panathinaikos y en Israel el gran Maccabi. Todos estos equipos tienen algo en común, han formado plantillas con más de 12 jugadores y tendrán que hacer convocatorias para sus partidos. El ejemplo más extremo lo encontramos en Alemania donde el Bayern Munich entrenado por Svetislav Pesic dispone actualmente, posiblemente a falta de las salidas, de 17 jugadores.
El baloncesto es un deporte donde el físico es cada vez más importante. Los clubes lo saben y resulta fundamental que los hombres clave de cada conjunto lleguen a las finales con el menor desgaste posible, tanto físico como mental. Muy atrás quedaron los tiempos en que se podía afrontar una temporada con 8 hombres de calidad y 4 que apenas pisaban la pista. Ahora, con alrededor de 80 partidos si se alcanzan las finales en Europa y las competiciones domésticas, parece que tampoco basta con rotar durante los encuentros repartiendo protagonismo entre 12. Los beneficios de poder reservar a un jugador con molestias o ante un partido clave son evidentes, pero no es oro todo lo que reluce.
Por ceñirnos a un ejemplo cercano, el Barcelona dispuso de 14 jugadores durante muchos meses el año pasado y expuso muchas de las ventajas e inconvenientes de esta tendencia. Por un lado puede argumentarse que sin esos jugadores adicionales los azulgranas no habrían llegado a todas las finales dado que las lesiones se cebaron con el equipo y al final fue necesaria la participación de todos en distintas fases de la temporada.
Por otro lado puede alegarse que no fue precisamente la mejor campaña de los culés. La rotación fue evidentemente deficiente y a los jugadores que con mayor frecuencia quedaban marginados se les vio sin confianza y faltos de acoplamiento con sus compañeros. La progresión de los más jóvenes se frenó y los más veteranos llegaron exhaustos a mayo y junio. La normativa ACB, que limita el número de cambios de jugadores supuso un gran obstáculo para aprovechar al máximo las ventajas de una plantilla de más de 12 lo cual no ha significado un cambio de tendencia en la filosofía de la sección y este año se vuelve a apostar por una plantilla de esas características.
Exportar el modelo de plantilla de la NBA tiene un riesgo adicional en Europa. En Estados Unidos todos los equipos son conscientes de que disputarán más de 80 partidos que son los que componen su liga regular, 80 partidos todos con una importancia similar. En el viejo continente se disputan varias competiciones y aquellos jugadores que sean relegados con frecuencia a los partidos más intrascendentes pueden tener dificultades para asumir un rol secundario con el consiguiente descenso en su rendimiento. Y eso sin contar con que la Euroliga se desarrolla por fases y en caso de caer eliminados antes de tiempo alguno de estos equipos podría encontrarse con un solo partido a la semana, una minucia en un vestuario superpoblado donde los egos podrían estallar ante el nuevo reparto de roles.
En definitiva nos encontramos ante un planteamiento muy ventajoso sobre el papel pero que presenta sus dificultades a la hora de llevarlo a la práctica. ¿Será este año el de la consagración de este modelo?