
Las banderas, el odio, el resentimiento y los ideales que provocaron uno de los conflictos armados más tristes de la historia reciente de Europa continúan muy latentes en la actualidad.
Serbios, croatas y bosniacos (musulmanes) convivieron sin problemas en la Yugoslavia comunista de Tito hasta que la muerte de éste hizo que los nacionalismos reprimidos a base de hoz y de martillo por el líder serbo-croata volvieran a resurgir.
Lo demás, ya está en los libros de historia: las guerras de Croacia, Bosnia y Kosovo que han provocado miles de muertos y resentimientos que durarán varias generaciones.
Dos cosas llaman la atención cuando uno atraviesa alguno de los países citados en coche: la guerra y el baloncesto. Entre edificios baleados, entre valles con letreros de ‘peligro mina’, podemos encontrar cientos de canchas de baloncesto.
Y, tirando unas canastas en una pequeña cancha de un pueblo al sur de Mostar, cerca de la frontera bosnia con Croacia, me acordé del genial documental de Divac y Petrovic ‘Hermanos y enemigos’.
Y, sí, lamentablemente todo sigue igual. Quiero creer que si Drazen Petrovic siguiera vivo se hubiera reconciliado con Vlade Divac, más viendo lo buen tipo que parece el ex de los Lakers y los Kings. Pero no estoy seguro de que eso hubiera pasado.
Hubo muchos muertos, mucha sangre. Y el resentimiento al enemigo continúa muy presente entre las diferentes nacionalidades de esos países.
Recordando a Divac y a Petrovic
Yugoslavia tenía a finales de los ochenta el mejor equipo de baloncesto del mundo y la mayor fábrica de talento puro por metro cuadrado. Todo aquello se rompió (de forma simbólica) para siempre en el momento en el que Divac y Petrovic se pelearon.
En el inicio del documental ‘Hermanos y enemigos’ Petrovic es cuestionado por la guerra de Yugoslavia y él responde refiriéndose a una guerra civil en Croacia. Esto deja muy a las claras su preocupación únicamente por los croatas y por su independencia.
Lo mismo le ocurre a Divac cuando le quita a un aficionado la bandera croata tras ganar el Mundial de Argentina en 1990 porque cree que el título únicamente lo debían celebrar con la yugoslava. Se trataba de dos personas que habían vivido vidas muy parecidas hasta ese momento, que habían llegado al éxito deportivo y que tenían una relación personal magnífica que se pelearon para siempre por las ideologías nacionalistas de sus respectivos países.
Es curioso como ninguno de los dos fue capaz de comprender, aunque hubiese sido mínimamente, el pensamiento del otro. Pero así son las guerras civiles, irracionales. Petrovic tenía en su momento todo el derecho a pensar muy mal de los serbios por las matanzas que se estaban produciendo en Croacia. Sin embargo, esos mismos croatas poco después se aliaron con esos mismos serbios para cargarse a los bosniacos.
Pero, claro, es muy fácil hacer un análisis a posteriori de un conflicto que en su momento provocó, como era lógico, un odio y un resentimiento que hoy día sigue muy presente en esos países.
Y, centrándonos en el basket, separó al que probablemente fuera el mejor equipo europeo de la historia: Drazen Petrovic, Velimir Perasovic, Zoran Cutura, Toni Kukoc, Zrko Paspalj, Jure Zdovc, Zeljko Obradovic, Radisav Curcic, Vlade Divac, Arijan Komazec, Zoran Jovanovic y Zoran Savic. Todos ellos entrenados por el maestro Dusan Ivkovic.