
Resulta complicado para la mentalidad europea hacerse aún a la idea de lo que implica para un jugador de la NBA ser All Star. Más allá de una fiesta del baloncesto en la que las estrellas lucen sus mejores galas y se dan un baño de masas, formar parte de los mejores jugadores seleccionados por el públicos y los entrenadores hace subir mucho el caché, aumenta el potencial salario a percibir y, sobre todo, es combustible de primer nivel para el ego de los deportistas. No siempre las grandes carreras y el talento inusitado se han visto compensados con una convocatoria al fin de semana de las estrellas.
Las lágrimas recientes de Rudy Gobert al saber que no había seleccionado para la última edición o el alivio con que Damian Lillard recibió la noticia de que, después de muchos años intentándolo, había sido seleccionado, habla a las claras de lo que supone este hecho en el seno de la mejor liga del mundo. También las amargas protestas de Bradley Beal por no haber sido convocado al All Star 2020 a pesar de sus grandes actuaciones individuales, y el eterno debate sobre si en esto debería pesar la marcha del equipo al que pertenezcan o, simplemente, sus prestaciones en cancha.
Repasando la historia reciente de la liga, nos encontramos con eminentes nombres que nunca gozaron del respaldio mediático, carisma o fortuna necesarias para formar parte del fin de semana de las estrellas. Se puede estructurar más de un quinteto de lujo con unos jugadores que suelen proceder de equipos ganadores donde desempeñaban un rol tan importante como poco vistoso respaldando a grandes estrellas, u otros que han militado en equipos poco ganadores.
Bases: Rod Strickland, Mike Conley y Mike Bibby
Escoltas: Ron Harper, Jason Terry y Brent Barry
Alero: Cedric Maxwell, Toni Kukoc, Richard Jefferson y Jalen Rose.
Ala-pívot: Lamar Odom, Sam Perkins y Happy Hairston
Pívot: Arvydas Sabonis y Marcus Camby