
Detrás de cada deportista de élite hay una historia personal repleta de sacrificio, trabajo duro, anécdotas y altibajos, pero pocas pueden existir tan apasionantes como la de Steven Adams. El pívot de los Oklahoma City Thunder es ya un jugador consolidado en la élite de la NBA, su juego evoluciona a marchas forzadas y esa imagen de guerrero indomable ha calado hondo en el imaginario colectivo, aunque no se corresponde con su afable y bondadosa personalidad, tanto en la cancha como fuera de ella. Este neozelandés nacido el 20 de julio de 1993 en Rotorua (Nueva Zelanda) ostenta una apasionante historia familiar que bien puede explicar su resiliciencia y fortaleza física y mental.
Hijo de un padre de la Royal Navy, Sid Adams, y de una madre de Tonga, Lilika Nguamo, el de los OKC se crio un ambiente eminentemente rural en el interior de Nueva Zelanda. Su padre engendró 18 vástagos con cinco mujeres diferentes, entre los que Steven no es el único deportista de élite ya que su hermana Valeria Adams es doble campeona olímpica en lanzamiento de peso (Pekín y Londres) y plata en Río de Janeiro. El hecho de ser el menor de todos sus hermanos y haber nacido cuando su padre tenía ya 60 años, endureció el carácter de un Adams del que sus hermanos no tenían piedad y le sometían a todo tipo de juegos malévolos en la granja familiar en la que se criaron y a la que volvió durante la cuarentena por coronavirus.
Will Steven Adams have more points than siblings by the end of this game? (This is not all of them) pic.twitter.com/X79wCoL4D5
— Jeremy Layton (@JeremyLayt0n) May 13, 2016
Sid Adams murió en 2006 de un cáncer de estómago, cuando Steven tan solo tenía 13 años, lo cual provocó un importante caos en la vida de la ahora estrella NBA, tal y como describe la web fanbuzz.com. Empezó a frecuentar malas compañías y un hermano, Warren, le rescató del abismo cuando ya se había unido a una famosa banda callejera conocida por sus actividades delictivas, como es Mongrel Mob. Varios de sus hermanos jugaban a baloncesto por lo que no dudaron en buscar en este deporte el antídoto para dotar de sentido a la vida sin rumbo de su hermano menor. De la mano de afamados entrenadores, Steven se enganchó para siempre al baloncesto, convirtiéndose en un adicto absoluto del juego.
Entró en un instituto presbiteriano y en la liga nacional de esa categoría asombró tanto que fue reclutado en un campamento organizado por Adidas en Los Ángeles, para ojear a talentos internacionales. Su enorme potencial pronto llamó la atención y se unió a la Universidad de Pittsburgh, donde tan solo jugó una temporada antes de dar el salto a la NBA, habiendo sido elegido en el puesto 12 del NBA Draft 2013. Siempre ha tenido una progresión al alza y se ha convertido en el único resquicio de aquel equipo de Oklahoma City Thunder que aspiraba al anillo con jugadores como Durant, Harden, Westbrook e Ibaka. Steven no olvida sus orígenes y en un momento tan complejo como la pandemia, quiso retornar por unos meses a su granja de Rotorua.
"El primer instinto del ser humano cuando se produce una gran crisis es volver a casa y rodearse de la familia. Ha sido genial y durante mi estancia allí estuve realizando todas las labores necesarias en la granja. Fue relajante estar rodeado de animales y cuidar a cientos de vacas todos los días. Llegué a boxear con ellas para mantenerme en forma", declaró en tono jocoso en palabras recogidas por NYPost. Si algo queda claro es que Steven Adams es un jugador especial que aporta mucho más que puntos o rebotes a la NBA.