De primeras, no suena bien el fichaje de Ricky Rubio por Phoenix Suns. Sobre todo porque pasa de una franquicia ganadora como Utah Jazz a otra que va a la deriva en los últimos años como los Suns. Sin embargo, su aterrizaje en Arizona tiene varios puntos muy positivos para el de El Masnou.
En primer lugar, por qué no decirlo, el económico: 51 millones en tres años es un muy buen contrato que Ricky merecía. No debía conformarse con menos.
En segundo lugar, el deportivo. Ricky llega a la franquicia que más lo necesitaba. Que más necesitaba un base de sus características. Los principales analistas de la NBA llevan varios años pidiendo a gritos que los Suns necesitaban firmar un director de juego, un repartidor, un base puro, y por fin lo han hecho.
Con respecto a cómo puede funcionar al lado de la gran estrella del equipo hasta la fecha, un Devin Booker que el año pasado se tiró hasta las zapatillas, sólo hay que ver la gran conexión que los dos últimos años Ricky tuvo con Donovan Mitchell, un jugador de características similares a las de Booker.
Así, está claro que a corto plazo Ricky no parece que vaya a poder volver a jugar los playoffs. Y eso es una pena, ya que en los dos años que ha podido hacerlo con los Jazz ha demostrado tener nivel de sobra para ese tipo de partidos.
Por otro, llega a una franquicia con ilusión, con ganas de mejorar año a año, y llega como líder, como jugador experimento, y eso es un rol que no ha tenido nunca y que, a sus 28 años, seguro que consigue darle un salto de madurez en su carrera.
Suerte a Ricky y suerte a los Suns.