Juntar estrellas del baloncesto en el mismo equipo no es garantía de nada y Brooklyn Nets lo está comprobando. Saben mucho de proyectos megalómanos condenados al fracaso en el equipo neoyorquino, que ve cómo lo que se antojaba como una escuadra que podría hacer historia y bater todo tipo de récords, puede convertirse en uno de los mayores fracasos en cuanto a planificación deportiva, condicionando sobremanera el futuro de los Nets. Después de años trabajando de forma racional por desarrollar jóvenes talentos, decidieron aprovechar todo ello para unir a James Harden, Kevin Durant y Kyrie Irving en un proyecto de ensueño. Sin embargo, todo está a punto de saltar por los aires y apenas se recordarán las pocas ocasiones en que coincidieron en la cancha.
Y es que de los 126 partidos que han disputado los Nets con estos tres jugadores en nómina, tan solo en 13 de ellos compitieron juntos. Lesiones permanentes y retornos fuera de la forma física ideal, por parte de James Harden, la actitud negacionista de Kyrie Irving y sus recurrentes problemas musculares han impedido que Kevin Durant pueda sentirse arropado. Es él la única pieza del puzzle que ha encajado, el único motor que ha ofrecido toda su potencia para hacer de esta una franquicia ganadora. Pero no se puede luchar contra viento y marea. Su lesión de rodila ha sido la gota que colmó el vaso y la sentencia definitiva para un equipo que se ha ido vaciando de secundarios de lujo para abrir espacio a dos jugadores faltos de compromiso, como Irving y Harden.
El Big 3 disputó solo 13 partidos juntos, con un balance de 10 victorias y 3 derrotas
Ante este panorama, los rumores que se han desatado en torno a la posible salida de Harden suponen la sentencia final al proyecto. Aunque finalmente no se materializara un traspaso, la imagen de la Barba quedaría ya totalmente desligada de unos Brooklyn Nets ambiciosos y el sueño del Big 3 habría desaparecido por completo. No es descartable que dentro de poco veamos una nueva reconstrucción de los neoyorquinos vendiendo a precio de saldo a sus grandes estrellas devaluadas e intentando rodear de profundidad de banquillo y jóvenes prometedores a un Kevin Durant que ve cómo, sin tener culpa alguna, puede ver diluidas sus esperanzas de gloria.