Un talento sobrenatural que no termina de tener la continuidad esperada, incluso en sus mejores momentos. Así es Jamal Murray, una estrella sin el reconocimiento como tal que supone ser All Star, un hombre señalado por la inexorable tendencia decrecimiento del proyecto de unos Denver Nuggets con serias dificultades para mantenerse en la élite. Su renovación ha generado cierta polémica.
Cuatro años de contrato a 208 millones de dólares. Eso es lo que Denver Nuggets ha otorgado a un jugador clave en la conquista del anillo hace dos años, pero que no termina de erigirse en una estrella solvente durante toda una campaña. La fuga de elementos clave en ese título, como KCP o Bruce Brown, ha hecho que las prestaciones de los Nuggets bajaran mucho el pasado año, sin que Jamal Murray contribuyera a revertir esa tendencia. Su mal rendimiento en la cita olímpica no ha impedido que apuesten por él, en un intento por acallar las voces disidentes desde el staff técnico de la filosofía ahorradora que tiene la gerencia.
Si a eso le unimos el hecho de que sea un jugador con tendencia a sufrir problemas físicos, la apuesta ya es del todo arriesgada. Muchos interpretan este contrato como una huida hacia delante, una manera de premiar a un jugador clave los servicios prestados, y el reconocimiento implícito de que dejarle escapar a él, era mandar un mensaje a Jokic y Malone de rendición total. A pesar de que Jamal Murray continúe, las esperanzas de Denver Nuggets de cara al próximo curso no son demasiado halagüeñas.