Salirse de la tendencia general en la NBA no es nada sencillo, y quienes lo hacen se exponen a tener que aceptar su fracaso o a comenzar una nueva corriente de pensamiento en lo que a táctica se refiere. Houston Rockets hizo una apuesta clara por un Big Ball, con jugadores grandes, corpulentos, capaces de defender a cualquiera y minimizando la importancia del triple.
Desde el primer momento en que se conoció cuál era la disposición de la plantilla de Houston Rockets, se sospechaba que serían un equipo letal en defensa, pero había dudas de cómo gestionarían el ataque. No es habitual encontrar tantos jugadores que lancen pocos triples y ponerlos a todos a jugar a la vez en la cancha. Thompson, Okogie, Adams, Sengun... Ninguno de ellos se caracteriza por ser consumados triplistas y, aunque cuentan con Sheppard o Durant, su estilo de juego ha sido diseñado para cargar la zona.
Así lo demuestra el hecho de que Houston Rockets sea el segundo equipo de toda la NBA que menos triples lanza por partido. No es nada habitual algo así en unos tiempos dictatoriales del triple, en los que la fórmula del éxito se asocia a tirar todo lo que sea posible, correr mucho la cancha y abusar del triple. Están líderes en cuanto a porcentaje de acierto y será interesante si mantienen esta tendencia toda la temporada y pueden inaugurar un nuevo estilo de juego exitoso en la NBA.