El inicio de temporada no ha sido el soñado en Atlanta. Con un récord de 1–3, los Hawks han pasado rápidamente del entusiasmo a la preocupación, empañando lo que había sido uno de los veranos más optimistas en años recientes. Esta campaña estaba pensada como el regreso del equipo a la élite del Este. Bajo la dirección del presidente Onsi Saleh, la franquicia se reforzó con tiradores contrastados y defensores versátiles para potenciar a su dúo estelar en el backcourt.
Sin embargo, las primeras actuaciones han mostrado un panorama distinto: fallos ofensivos, desconexiones defensivas y una química aún en construcción. La misma organización que llegó a las Finales de Conferencia en 2021 había recuperado el respeto mediático durante la pretemporada, pero ese crédito comienza a diluirse rápidamente.
Lo más preocupante del inicio es el bajo rendimiento ofensivo. Lo que debía ser uno de los ataques más explosivos de la liga se ha quedado corto: Atlanta ocupa el puesto 24 en rating ofensivo y el 21º en porcentaje de triples.
Las llegadas de Luke Kennard, Kristaps Porziņģis y Nickeil Alexander-Walker prometían abrir la cancha y darle dinamismo al sistema, pero la ejecución no ha acompañado las expectativas. Las ausencias de Porziņģis y del sophomore Zaccharie Risacher en dos partidos explican parte de la inconsistencia, aunque no justifican del todo la falta de acierto.
En la NBA moderna, bajo volumen y baja efectividad exterior son una combinación letal. Aun así, hay motivos para pensar que esta racha no durará: las estadísticas tienden a estabilizarse y Atlanta cuenta con demasiado talento ofensivo para permanecer frío por mucho tiempo.
Dyson Daniels: un mal inicio que oculta su verdadero impacto
El caso de Dyson Daniels simboliza el irregular arranque del equipo. El actual Jugador Más Mejorado (MIP) no ha encontrado su ritmo ofensivo: promedia apenas 5,0 puntos, 2,3 asistencias y 5,8 rebotes, con un preocupante 30,4% en tiros de dos puntos.
No obstante, las cifras superficiales no reflejan todo su aporte. Con Daniels en cancha, los Hawks superan a sus rivales por 5,3 puntos por cada 100 posesiones, un impacto que lo ubica en el 65.º percentil de la liga. Su defensa, su capacidad de rebote y su energía continúan siendo diferenciales, incluso cuando su tiro no acompaña.
Si recupera confianza y precisión en el aro, su versatilidad volverá a elevar el techo competitivo de Atlanta, como ya hizo la temporada pasada.
Defensivamente, los Hawks también están lejos de su mejor versión. Son 25º en rating defensivo y han permitido demasiados puntos en la pintura. Onyeka Okongwu continúa teniendo dificultades como protector del aro frente a pívots más grandes, un desafío agravado por su limitada estatura (6’9”).

Aquí es donde Porziņģis se vuelve esencial. En Boston su rol era un lujo; en Atlanta, una necesidad. Su combinación de protección del aro y amenaza exterior puede equilibrar al equipo en ambos extremos. Una vez esté completamente recuperado, su regreso debería traducirse en mejoras inmediatas. Además, la longitud y versatilidad de jugadores como Daniels, Risacher y Jalen Johnson ofrece bases sólidas para construir una defensa más eficiente.
Las próximas semanas podrían servir de punto de inflexión. El calendario se suaviza con enfrentamientos ante Brooklyn, unos Pacers mermados, Cleveland sin Darius Garland, Orlando en busca de identidad y unos Lakers plagados de lesiones.
Esta secuencia ofrece a Atlanta una oportunidad ideal para volver al 50% de victorias y recuperar confianza. Si el equipo logra reencontrarse con su ritmo ofensivo y estabilizar su defensa, el optimismo del verano podría reavivarse rápidamente.
Los Hawks no están donde querían estar, pero tampoco es momento de alarma. Los fundamentos del proyecto siguen intactos: talento, profundidad y dirección clara. Con tiempo, continuidad y un poco de fortuna en el apartado físico, Atlanta puede volver a demostrar por qué las expectativas eran tan altas. A veces, todo lo que hace falta es que empiecen a entrar los triples para que el rumbo cambie por completo.